En los siglos XVI y XVII la
monarquía hispánica había conseguido extender su territorio enorme por cuatro
de los cinco continentes. El reino estaba formado entre otros por Castillia, Aragón,
Navarra, Portugal, Nápoles, Sicilia, los Países Bajos, etc. Aunque compartían
un mismo rey las estructuras de cada uno de los territorios eran muy diversas.
Por lo cual un problema grande del monarca era el control y la organización de
todos estos territorios heterogéneos. La solución de este problema era crear
una buena administración. Las partes de esta administración formaban la corte,
el consejo, los secretarios y los corrigidorres.
La corte:
La corte se componía de familias
aristócratas y eclesiásticos. La institución se basaba en relaciones privadas, es
decir, las familias de la corte formaban las elites de la monarquía. Sus tareas
eran colaborar y auxiliar al
monarca, de forma que el control y la administración dependía de las relaciones
personales entre el rey y las familias dominantes de la corte.
El consejo:
Los consejeros eran
principalmente regentes, miembros de la curia, protonotarios, etc. Todos los
miembros eran delegados de atribuciones legislativas, judiciales y ejecutivas
que también representaban y aconsejaban al rey. Existían diferentes consejos
que se ocupaban de diferentes asuntos, como el consejo de Estado, de Guerra, de
órdenes militáres o de la Inquisición. El número de miembros de un consejo
dependía de la parte del territorio hispánico que representase.
El hecho de que la mayoría de la
corte y de los consejos eran personas letradas contribuyó al desarrollo
burocrático de la monarquía.
Los secretarios:
Los secretarios estaban
obligados a trasladar las resoluciones del consejo al pueblo y daban a conocer
la voluntad y la sanción del rey. Al igual que en el consejo, existían
diferentes tipos de secretarios, como, por ejemplo, el secretario de Estado o
el secretario privado del rey.
Los corregidores:
Los corregidores eran
representantes del monarca en los municipios. Estaban autorizados a
establecer estructuras locales propias.
Otra posibilidad de controlar el
pueblo era el clientelismo. Existían
patrones que eran personas con mucha influencia. Estos patrones apoyaban a sus
clientes y garantizaban su protección. Los clientes a cambio dependían de los
patrones y realizaban cualquier tipo de servicio para ellos.
Fuentes:
Maqueda Abreu, C., Cano Valero,
J. 2005. La administración bajo los
austrias. Disponible en: https://cv2.sim.ucm.es/moodle/file.php/29042/adminaustrias.pdf
[fecha de consulta: 03/03/2013]
http://brujulayastrolabio.blogspot.com.es/
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